Las promesas cumplidas del tercer día de nuestro recorrido por el suroeste de Bolivia llevaron a que eligiéramos continuar el cuarto día por el oeste, rumbo a Uyuni y al objetivo final del viaje por esta zona, el atractivo turístico más conocido y que prácticamente da nombre a tours como este: el Salar de Uyuni.
Desde el punto de partida de este cuarto día de viaje, la Laguna Colorada, hay dos opciones hasta nuestro destino, Puerto Chuvica. Una sigue por el este, por una zona en la que destacan las formaciones geológicas, como el Cañón Anaconda, y otra, por el oeste, que es la que hicimos y te cuento a continuación.
Hacia la meta soñada, el Salar de Uyuni
Diez paradas en otros tantos lugares de interés serían la cuenta atrás para nuestra meta. Abandonamos, primero, la Reserva Nacional Eduardo Avaroa; recuerda, como te conté a la entrada del parque, guardar el tique para entregarlo en el puesto de guardia de la salida.
La primera parada (faltan nueve) fue el conocido como 'Árbol de piedra', una roca volcánica a la que la erosión del viento le ha dado forma y nombre. De unos 5 metros de altura, no es la única formación rocosa del Desierto de Siloli en el que se encuentra, pero destaca entre todas.
Para disfrutar del entorno, David, nuestro guía, se detuvo un poco más adelante (faltan ocho). El Desierto de Siloli, uno de los más secos del mundo, disfraza su aridez con la belleza multicolor de la cordillera de los Andes, que te separan de la vecina Chile durante casi toda la jornada.
Vivimos el momento más “arriesgado” del recorrido cuando atravesamos el curso de un río seco con el todoterreno.
Parecía imposible no pegarse con las rocas que se inclinaban peligrosamente a nuestro paso..., pero al salir de nuevo a la llanura desértica, descubrimos que la alternativa hubiera sido peor: una pendiente con un desnivel que superaba todos los porcentajes imaginables.
Lagunas en la ruta
Pasear a primeras horas del día por los alrededores de una laguna, la Laguna Honda en concreto, es un placer como pocos (faltan siete). Y hacerlos en solitario... no tiene precio (literal).
Breve, muy breve, fue la parada en la Laguna Chiar Kkota o Chiracota (faltan seis). Un ataque de mosquitos nada más salir del vehículo nos hizo desistir de acercarnos a la orilla y de sacar más de una fotografía.
Nos desquitamos en la Laguna Hedionda Norte (faltan cinco). ¿Adivinas a dónde hemos llegado? Si sigues esta aventura por el suroeste de Bolivia sabrás que estamos en Nor Lípez.
Aquí constatamos la diferencia entre turistas respetuosos con el entorno y los seres que lo pueblan, y los que no lo son. Una pareja de fotógrafos se aproximaba lentamente a los flamencos que se encontraban cerca de la orilla de la laguna, cuando varias personas corrieron hasta ellos y, con la misma velocidad, los flamencos huyeron en dirección contraria.
También en sentido contrario, procedentes de Uyuni, venían los todoterrenos que aparecieron en nuestra siguiente parada: la Laguna Cañapa. ¿Cuántas faltan?
Las lagunas de este cuarto día de ruta no destacan tanto como las del día anterior por su color propio, precioso igualmente, sino, sobre todo, por el que les prestan los flamencos en sus aguas, ¿no te parece?
Miradores a la naturaleza
El Ollagüe es un volcán en la frontera entre Bolivia y Chile, activo en su lado chileno. Si te fijas en la imagen, podrás ver una fumarola en uno de sus lados. En el mirador desde el que tomé la fotografía, dispones de baños muy bien acondicionados y un establecimiento donde comprar algo para comer.
A tres paradas de la meta, no solo de este día, sino de todo el recorrido, David decidió que comeríamos en plena naturaleza, bajo la mirada de este volcán de casi 6.000 metros de altura. ¿Qué restaurante puede presumir de estas vistas?
La ruta sigue. El Salar de Chiwana (o Chiguana), igual que el Salar de Chalvin, es un falso salar. Nuevamente, el bórax es el responsable de dotar a este lugar de la blancura que caracteriza a los parajes donde reina la sal.
Las vías de tren que unen Bolivia y Chile, para el transporte de mercancías, atraviesan el salar.
La localidad de San Juan de Rosario protagonizó nuestra última parada turística. Aprovechamos para estirar las piernas, después de casi una hora sentados en el todoterreno.
El pueblo alberga un museo cementerio de momias y un museo de quinoa, que puedes visitar si te interesa.
Y, por fin, Puerto Chuvica. El alojamiento más especial de la ruta, un hotel de sal (de verdad), a no más de 15 minutos del mayor atractivo turístico del suroeste boliviano: el Salar de Uyuni.
Hoy lo descubrimos junto con la puesta de sol, con las nubes rojizas decorando un cielo azul sobre el mar blanco. Para aquí conmigo. Mañana...
Las fotos son preciosas!
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