Los pamplonicas no nos cansamos de repetir que Pamplona es mucho más que San Fermín. Seguro que lo has oído si has viajado a mi ciudad para disfrutar de “las fiestas más famosas del mundo”, como también decimos una y otra vez. Y la mejor forma de comprobarlo es un paseo por las murallas de esta pequeña capital, un paseo que te descubrirá un pasado como ciudad fortaleza y un presente que combina tradición y modernidad.
El conjunto amurallado de Pamplona, construido a partir del siglo XVI y declarado Bien de Interés Cultural, está considerado uno de los mejor conservados de la península ibérica. Este paseo de unos cinco kilómetros comienza en la Media Luna, un parque romántico de principios del siglo XX, y acaba en la Ciudadela, una fortificación convertida en parque en pleno centro de la ciudad.
El Parque de la Media Luna, construido en 1935 por el arquitecto navarro Víctor Eúsa en la avenida Baja Navarra, debe el nombre a su diseño en forma de luna menguante.
Pérgolas, fuentes, setos, pequeñas esculturas y árboles de variadas especies, entre las que encontrarás una secuoya gigante, Monumento Natural, decoran este parque. Dos monumentos más, bien distintos, son los del violinista pamplonés Pablo Sarasate y del rey Sancho el Mayor.
No olvides contemplar las maravillosas vistas sobre el río Arga y, si el tiempo lo permite, disfrutar del entorno en la terraza del café situado en el centro del parque.
Al final del parque se halla el Baluarte de San Bartolomé, que alberga en la actualidad el Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona, donde podrás conocer a fondo la historia y la evolución de las murallas.
Por un puente* de acero corten cruzarás la bajada del Labrit hasta el baluarte del mismo nombre y la Ronda del Obispo Barbazán, llamada así en honor del obispo Arnaldo Barbazán (1319-1355), cuyos restos descansan, claro, en la Capilla Barbazana de la catedral pamplonesa.
Esta ronda nace junto al Palacio Arzobispal, un edificio barroco construido en el lugar donde se ubicaba la judería medieval, y discurre paralelo a la Catedral de Santa María la Real de Pamplona, un templo gótico con fachada neoclásica y un precioso claustro.
La ronda desemboca en el Baluarte del Redín, más conocido por los pamplonicas como el rincón del Caballo Blanco. Es mi lugar preferido para asomarme a su mirador y dejar vagar la vista por el monte San Cristóbal y los barrios de la Rochapea, Chantrea y San Jorge, o compartir mesa y charla con amigos en la terraza del Mesón del Caballo Blanco, antigua hospedería de peregrinos.
Por el Paseo del Redín llegaremos al Portal de Francia. Es el único de los seis portales de la antigua ciudad amurallada que se conserva completo y en el mismo lugar en el que se construyó. Es también puerta del Camino de Santiago, que sube después por la calle del Carmen.
Este paseo nos dirigirá a continuación al Archivo General de Navarra, el antiguo Palacio Real mandado construir por Sancho VI el Sabio y rehabilitado por el arquitecto navarro Rafael Moneo.
Para continuar el recorrido por las murallas, debes descender por la calle Dos de Mayo, seguir por detrás del Seminario de San Juan y cruzar la famosa cuesta de Santo Domingo, punto de inicio de los encierros sanfermineros.
El Paseo de Ronda, que recorrían los soldados durante sus guardias para proteger la ciudad, bordea el Museo de Navarra y discurre junto a las viviendas del burgo medieval de San Cernin.
Accederás, desde aquí y por el Portal Nuevo, al Parque de la Taconera, fechado en el primer tercio del siglo XIX, lo que lo convierte en el más antiguo de los parques de la ciudad. Estos jardines contienen desde un pequeño recinto zoológico con ciervos, patos, conejos y pavos reales, hasta monumentos como el del tenor Julián Gayarre, levantado en 1950 por Fructuoso Orduna y Víctor Eusa en el paseo central, o la estatua de la Mari Blanca, una alegoría de la Abundancia o Beneficencia diseñada por Luis Paret (s. XVIII).
El Portal de San Nicolás, una recreación barroca de un arco del triunfo, fue otro de los seis puntos de entrada a la ciudad amurallada y estuvo colocado, hasta 1915, en las proximidades de la actual iglesia de San Ignacio. Situado ahora en la calle del Bosquecillo como otra entrada a la Taconera, solo conserva su fachada original.
No te pierdas aquí otro lugar con encanto, el Café Vienés. Antigua caseta de alquiler de bicicletas, parte de su terraza se sitúa a la sombra de una curiosa Sófora Japónica.
Por el Parque de Antoniutti y la avenida del Ejército, llegarás a la Ciudadela, considerada por muchos el mejor ejemplo de arquitectura militar del Renacimiento español.
Construida por el ingeniero Giacomo Palearo Fratino según el modelo de la ciudadela de Amberes, cumplía dos objetivos: proteger la plaza frente a un ataque del exterior y controlar a la población, cuya fidelidad estaba en duda.
En la actualidad, la Ciudadela constituye un agradable parque público, que destina edificios antaño militares al ocio o la cultura, mientras que su entorno es elegido por los habitantes de Pamplona para la práctica de deporte.
El recinto está rodeado por la Vuelta del Castillo, que ocupa lo que eran los glacis de la Ciudadela, es decir, la explanada exterior al perímetro amurallado que carecía de cualquier construcción para evitar que los enemigos pudieran refugiarse.
*Nota: esta pasarela ha sido cerrada por deficiencias técnicas, por lo que, mientras se solucionan, puedes cruzar la bajada o cuesta del Labrit por la carretera; a esta se llega por las escaleras que se encuentran a la izquierda del puente. Detrás del frontón de Labrit, el paseo continúa por el baluarte del mismo nombre y la Ronda del Obispo Barbazán.
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