Resistencia, la ciudad de las esculturas

La capital de la provincia argentina del Chaco es conocida como  la ciudad de las  esculturas,   que decoran calles y plazas y la han co...

Resistencia, parada de camino a Salta

La capital de la provincia argentina del Chaco es conocida como la ciudad de las esculturas, que decoran calles y plazas y la han convertido en un auténtico museo al aire libre. Resistencia, que ya supera la cifra de seiscientas estatuas, acoge la Bienal Internacional de Escultura

Llegamos a esta ciudad desde Puerto Iguazú, camino de Salta. En el bus no había mantas. Aun así, creí que no pasaría frío con el jersey y el fular, que estábamos en pleno verano… Me equivoqué. Pusieron aire acondicionado y me agarré un resfriado. Fue el peor viaje de los que hicimos en nuestra vuelta por Chile y Argentina con diferencia.

Mientras unos queríamos dormir, otros subían al autobús con ganas de divertirse y de seguir la marcha en alguno de los lugares por los que pasábamos; aquello parecía el voyyvengo de los pueblos navarros en fiestas.

Después de desayunar en la estación de autobuses y dejar las maletas en una presunta consigna (una pequeña habitación, en realidad; 20 pesos argentinos por maleta), salimos a pasear por el centro de Resistencia. Tomamos el autobús 10 hasta la Plaza 25 de Mayo, donde se sitúa la catedral de San Fernando Rey, y caminamos por las calles peatonales cercanas. 


Arriba, la catedral de Resistencia; abajo, a la izquierda, una estatua de bronce de Eva Perón

Y de nuevo al autobús. Debía salir a las 21.50 h de Resistencia a Salta, pero se retrasó casi dos horas. Mientras, veíamos cómo los encargados de la consigna dejaban la puerta cerrada, pero la llave dentro y la ventana abierta para luego poder abrir desde fuera... También ayudaban a bajar las maletas de los autobuses que llegaban a la estación, por lo que cobraban dos pesos; una autóctona me dijo que no debían hacerlo, pero que era eso o…

Otros que no debían hacer algo eran los mosquitos, que te rodeaban en algunos lugares de la estación y había que salir huyendo o embadurnarse de repelente.

Los pasajes, esta vez en lo que llaman "ejecutivo" (única opción disponible), superaron las expectativas. Nos proporcionaron mantas e incluso ¡pusieron la calefacción! Nos dieron de cenar pan con jamón y queso, de entrante, y carne y puré de patata, como plato principal. Cuando acabamos, nos ofrecieron vino y, más tarde, whisky o tía maría. ¿Excesivo?

La única pega, la música que pusieron a las 7.30 h para despertarnos. Como en un avión, antes de llegar al destino, había que servir el desayuno.

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