San Petersburgo, Petrogrado, Leningrado... Nombres diferentes para una misma ciudad, la segunda más grande de la Federación Rusa ahora, pero que fue capital del Imperio ruso durante más de dos siglos. Cuatro días no son, ni de lejos, suficientes para conocer esta ciudad creada por el zar Pedro el Grande en 1702; sin embargo, te permitirán pasear por el centro histórico, nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1990, y entrar en catedrales, palacios o fortalezas y, por supuesto, en uno, al menos, de sus más de 200 museos. ¿Adivinas cuál será el elegido?
. Primer día: paseo por el centro histórico de San Petersburgo
Merece la pena dedicar un día solo a caminar por otra de las capitales conocidas como la Venecia del Norte, con sus canales y sus puentes, y dejarse deslumbrar por prácticamente cada uno de sus edificios barrocos y neoclásicos, monumentos en sí mismos.
La Avenida Nevskij es, sin duda, el corazón de San Petersburgo. Con sus 4,5 kilómetros de largo, une el Almirantazgo, en uno de sus extremos, con el monasterio de Aleksander Nevskij, en el otro.
Puedes comenzar el recorrido por el monasterio de Aleksander Nevskij. Se trata de un gran complejo con planta en forma de águila imperial, construido sobre el lugar donde el príncipe Alejandro de Novgorod derrotó a los suecos en 1240, primera victoria importante de los rusos contra enemigos externos. Alejandro adquirió el sobrenombre Nevskij debido a esta batalla.
Esta primera parte de la avenida desemboca en la plaza Vosstanija, lugar que ha protagonizado muchas manifestaciones y protestas revolucionarias. El Obelisco de Ciudad Héroe se levantó aquí en 1985, para conmemorar el 40.º aniversario del Día de la Victoria, como se conoce a la celebración de la victoria de la Unión Soviética y los Aliados sobre la Alemania nazi.
Desde esta plaza y hasta el Palacio de Invierno, descubrirás templos como la catedral de Nuestra Señora de Kazan; edificios como Dom Knigi (número 28), uno de los primeros edificios Liberty (modernista) de cemento armado de la ciudad, que fue construido a principios del siglo XX como sede de la fábrica de máquinas de coser Singer y donde se ubica en la actualidad la librería denominada la Casa del Libro; palacios como el de los Dux (ya muy cerca del Palacio de Invierno), de estilo veneciano, que ahora alberga a la empresa rusa de líneas aéreas Aeroflot, o casas de ilustres personajes, como la del número 13, donde murió el compositor ruso Piotr Ilich Chaikovski, el 25 de octubre de 1895.
El kilómetro cero de la Avenida Nevskij es la Plaza del Palacio, escenario de muchos acontecimientos históricos y centro simbólico del imperio. A tu derecha, observarás un Arco del Triunfo que, terminado en 1829 por el arquitecto napolitano Carlo Rossi, conmemora la victoria de 1812 sobre los ejércitos de Napoleón. Los edificios a ambos lados del arco fueron, en tiempos, ocupados por el Estado Mayor General y por el Ministerio de Asuntos Exteriores del Imperio ruso.
En el centro de la plaza, se sitúa la columna de Alejandro, obra del arquitecto francés Auguste Montferrand, en honor de Alejandro I (1834).
Y, por fin, el Palacio de Invierno. Fue la hija de Pedro, la emperatriz Isabel Petrovna, quien encargó a los arquitectos Carlo Barlomeo Rastrelli y su hijo Bartolomeo Francesco la construcción, a principios del siglo XVIII, de la que sería residencia imperial durante dos siglos, aunque fue reconstruido en la segunda mitad del mismo siglo.
Si por algo es visitado el Palacio de Invierno es porque forma parte, con otros cuatro edificios, del conjunto principal del Museo del Ermitage.
El edificio contiguo al cuerpo principal del Palacio de Invierno, es el pequeño Ermitage, primer museo encargado por Catalina (1764-1765), formado por dos partes unidas por un jardín colgante. El edificio siguiente, el antiguo Ermitage, es más modesto (1771-1787); el nuevo Ermitage, con su puerta sostenida por 12 atlantes en granito, completó más tarde el conjunto (1839-1852).
A la izquierda de la avenida Nevskij, encontrarás el Almirantazgo. Se trata de un edificio que nació como astillero naval (1704) y se convirtió después en sede del Almirantazgo. Reconstruido un siglo después en estilo neoclásico, se caracteriza por la veleta que representa una carabela rusa, y que se siente como un símbolo de la ciudad. El palacio alberga la Escuela Superior de la Marina de Guerra en la actualidad.
. Segundo día: fortaleza de Pedro y Pablo, crucero Aurora y plaza de la Bolsa
San Petersburgo nació como respuesta a la necesidad que vio Pedro I el Grande de que Rusia contara con una salida nueva al mar que, además, la acercara a Europa y sirviera de defensa ante la expansión del Imperio sueco. Y así, en una pequeña isla pantanosa situada entre el río Neva y el canal Kronverk, hizo construir la fortaleza de Pedro y Pablo.
El puente de San Juan, de madera, te dirige a la puerta del mismo nombre, cuyo tímpano está decorado con la corona imperial rodeada de los símbolos y de las insignias militares, y, a continuación, a la puerta de San Pedro, principal entrada de la fortaleza, construida por arquitecto suizo Domenico Trezzini.
El recinto hexagonal, proyectado por el mismo arquitecto, incluye, además de instalaciones militares, la ceca, una prisión, una catedral y un cuartel. Destaca en el conjunto la catedral barroca, dedicada también a los santos Pedro y Pablo; una aguja de 60 metros, otro de los emblemas de la ciudad, corona la torre de la iglesia y es, a su vez, coronada por una esfera con la figura de un ángel que lleva una cruz. Lugar de enterramiento de muchos miembros de la familia imperial, encontramos aquí las tumbas de Pedro I, Alejandro II o Nicolás II, y sus familias.
La fortaleza fue, además, una cárcel. El bastión Trubeckoj se ha convertido en una cárcel museo, que conserva el último edificio construido para tal fin, en 1872, en forma de pentágono. Junto a la entrada de cada celda, un retrato y una ficha biográfica recuerdan a presos de renombre como el escritor Fiódor Dostoievski, arrestado y encarcelado en 1849 acusado de conspirar contra el zar Nicolás I.
Hay otros edificios históricos en el interior de la fortaleza, como la Casa de Ingenieros y la Casa del Comandante, ambas construidas en los años 40 del siglo XVIII y ejemplos del estilo barroco temprano en Rusia; o la Casa de la Moneda (1805), que es considerada la empresa más antigua de San Petersburgo. Sin olvidar, museos como el dedicado a la historia de la cosmonáutica rusa y la tecnología de cohetes.
Un hecho histórico marcó también la fortaleza: la Revolución de octubre (1917). Se sublevó toda la guarnición que residía en ella y desde la fortaleza se dio la señal al crucero Aurora para abrir fuego contra el Palacio de Invierno.
El crucero Aurora era un buque construido en San Petersburgo para servir en el Océano Pacífico. En 1916, tras ser dañado durante la Primera Guerra Mundial, volvió a la entonces llamada Petrogrado para su reparación y, un año después, parte de su tripulación se unió a la revolución comunista. Un disparo de su cañón de popa fue la señal para el inicio del asalto al Palacio de Invierno. Ahora es un museo.
La plaza de la Bolsa proporciona una de las más bellas estampas de la ciudad: a su derecha, se encuentran el Palacio de Invierno y el Almirantazgo, y a su izquierda, la Fortaleza de Pedro y Pablo.
La plaza ocupa el extremo oriental de la isla Vasilevskij, que divide las aguas del río Neva en Grande y Pequeño Neva, y es la mayor de las tres islas de su delta.
Tres palacios neoclásicos cierran la plaza por el oeste. El edificio central es la antigua Bolsa, ahora sede del Museo Central de la Marina de Guerra; a los lados, se sitúan el Museo Zoológico y el Museo Literario. También en esta parte de San Petersburgo se halla el edificio conocido como Kunstkamera, fundado por el zar Pedro I y considerado el primer museo de Rusia, sede en la actualidad del Museo de Antropología y Etnografía.
. Tercer día: templos y canales
A ambos lados de la Avenida Nevskij, los canales que pueblan San Petersburgo te conducirán a templos que merecen no solo la parada para contemplarlos por fuera en tu paseo del primer día, sino la entrada para disfrutar de lo que esconden en su interior.
En la plaza de Kazanskaja, se alza la catedral de Nuestra Señora de Kazan, segunda basílica de la ciudad por tamaño después de la de San Isaac. Aunque soñada por Pablo I, que deseaba un templo similar a la catedral de San Pedro, en Roma, fue asesinado antes de que se convirtiera en realidad, a principios del siglo XIX.
Debe su nombre al icono que custodia de la Virgen de Kazan, símbolo de la fe del pueblo ruso. Deslumbra por su fachada de columnatas que dan a la Avenida Nevskij y que, con sus dos alas, abrazan la plaza, así como por la puerta de esta fachada, fundida en bronce según el modelo de las Puertas del Paraíso del Baptisterio de Florencia.
En esta catedral se celebraban, principalmente, los matrimonios de la familia real, ya que los bautismos tenían lugar en San Isaac y los funerales, en la fortaleza de Pedro y Pablo.
Si cruzas al otro lado de la Avenida Nevskij, después de pasar por el Teatro Mikhailovsky y el Museo Ruso, darás con la Iglesia del Salvador de la Sangre Derramada, también conocida como la Iglesia de la Resurrección. Construida en 1883-1907 por Alfred Parland, arquitecto oriundo de San Petersburgo, respondió al deseo de Alejandro III de levantar un templo en el mismo lugar donde su padre, Alejandro II, perdió la vida (1 de marzo de 1881) a causa de una bomba lanzada por un miembro de la organización Voluntad del Pueblo.
Se trata de una preciosa basílica con cinco cúpulas en forma de cebolla y un campanario rematado con una cúpula dorada y con dos escaleras de entrada, típicas de la arquitectura rusa antigua. Es especial, sobre todo, por los revestimientos multicolores de las fachadas, realizados con ladrillos, cerámica, mármol y granito. Las cúpulas, las hornacinas y todo el interior están revestidos de espléndidos mosaicos.
Otra plaza, esta detrás del Almirantazgo, toma el nombre del templo que la preside, la plaza de San Isaac. El diseño actual de la catedral de San Isaac, que se construyó entre 1819 y 1858, se debe a Auguste Montferrand. Porque hubo una primera iglesia en la orilla del Neva en honor de San Isaac Dálmata (siglo IV), santo patrón del zar que la mandó construir, Pedro el Grande, y que fue reconstruida en tres ocasiones.
Se caracteriza por sus cuatro monumentales portadas, formadas por 112 columnas monolíticas de granito rojo de Finlandia de 16 metros de altura, por su cúpula dorada, otro de los símbolos de la ciudad, y por su interior rico en oro, mármol y bronce.
Te recomiendo alargar el paseo hasta el Teatro Mariinsky, cuyo nombre en honor de la emperatriz María Alexandrovna, esposa de Alejandro II, se alternó en algunas épocas con el de Bolshoi. Y un poco más, para no perderte la iglesia de San Nicolás de los Marinos. Es una gran iglesia de estilo barroco isabelino situada, claro, en la plaza de San Nicolás; pertenece a la Iglesia Ortodoxa Rusa y está dedicada a San Nicolás de Bari, patrón de la gente de mar.
. Cuarto día: Museo del Ermitage
Supongo que no te habrá costado imaginarlo. Nosotros decidimos visitar un único museo, el Museo del Ermitage, de los más de 200 con los que cuenta San Petersburgo, y dedicarle todo un día. Sí, todo un día. El Ermitage es más que un museo, es uno de los mayores y más completos museos de antigüedades del mundo.
Siete edificios forman el Museo del Ermitage, si bien son cinco los que componen el conjunto principal de la Plaza del Palacio (y cuatro los que contienen las colecciones de monumentos de la cultura y el arte del mundo antiguo): el Palacio de Invierno, el Pequeño Ermitage, el Nuevo Ermitage, el Gran Ermitage y el Teatro Ermitage. Los otros dos son el Edificio del Estado Mayor, enfrente del conjunto principal y el Palacio Menshikov, en la isla Vasilyevsky.
El Palacio de Invierno, un monumento de estilo barroco de mediados del siglo XVIII, fue residencia imperial hasta que, después de la Revolución de Octubre (en noviembre de 1917), se convirtió en museo. La muestra de este palacio incluye, por ejemplo, grandes salas y cámaras, con colecciones del Antiguo Egipto, galerías como la de los retratos de los Romanovs, o el Boudoir (el 'tocador'), que formó parte de los apartamentos de la emperatriz Maria Alexandrovna, la mujer de Alejandro II.
El Pequeño Ermitage, un edificio de dos plantas construido al lado del Palacio de Invierno de 1764 a 1766 por el arquitecto Yuri Velten, mezcla en su estilo el barroco tardío con elementos del primer neoclásico. Una galería expone pinturas de Europa Occidental, del siglo XII al XV, y otra, entre otras obras, un mosaico fijado en el suelo, copia de uno encontrado durante las excavaciones de unas antiguas termas romanas, y un reloj con la figura de un pavo real.
El Gran Ermitage fue construido de 1771 a 1787 para guardar las colecciones del palacio y la biblioteca. Expone en la actualidad el arte del Renacimiento italiano, como La Madonna y el Niño, de Leonardo Da Vinci, en una sala dedicada por entero al que se suele considerar símbolo del hombre del Renacimiento.
El Nuevo Ermitage, construido entre 1842 y 1851, se caracteriza por la austeridad y la monumentalidad y por los Atlantes de granito gris que sostienen el pórtico de su entrada. Alberga desde una galería como es la pintada al fresco a partir de bocetos de Rafael (The Raphael Loggias), a salas dedicadas a colecciones de antigüedades y esculturas, o a obras de artistas españoles desde el siglo XV a principios del XVII, entre ellos 'el Greco'.
Junto a estos cuatro edificios, se alza el Teatro Hermitage, que constituye un ejemplo excepcional del neoclasicismo ruso de finales del siglo XVIII. Hoy día se realizan actuaciones en el teatro y determinadas exposiciones en su vestíbulo.
Al otro lado de la plaza del Palacio, se encuentra el Edificio del Estado Mayor, que fue diseñado por el arquitecto Carlo Rossi y construido entre 1820 y 1830. Cuando se complete su reconstrucción, expondrá las colecciones de arte decorativo ruso y europeo, pinturas y esculturas de los siglos XIX y XX, así como arte contemporáneo.
Por último, en la isla Vasilyevsky se ubica el Palacio Menshikov, gran ejemplo de la arquitectura barroca. Residencia de Aleksandr Danílovich Menshikov, el primer gobernador de San Petersburgo, en él atesoró sus colecciones de pintura, escultura, artes aplicadas, libros y obras numismáticas. En la actualidad, expone obras que reflejan la cultura de Rusia en el primer tercio del siglo XVIII.
¿Propondrías algún imprescindible más en tu visita a San Petersburgo?
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